El cuerpo reconoce el órgano trasplantado como un elemento extraño e intenta rechazarlo. Para evitar este rechazo el enfermo trasplantado debe tomar medicamentos inmunosupresores de por vida, cuya función es disminuir la capacidad defensiva del organismo y frecuentes controles médicos.
El inconveniente de esta disminución de inmuniddad es la mayor propensión a padecer infecciones. El trasplante permite la recuperación integral de la función renal y el realizar una vida normal.